jueves, 23 de abril de 2009

Carta de Eduardo Accastello

Dirigida a “EL DIARIO del Centro del país” de Villa María





















Quiero expresar mi opinión como un militante del justicialismo de toda la vida, no como intendente de nuestra ciudad.
Ser justicialista es dar testimonio de entrega y lealtad en forma permanente. Es difícil para muchos entenderlos si no sienten el peronismo, que al igual que otras ideologías tiene su propia ideología, pero no su propia mística.
La entrega y la lealtad a las que me refiero son, además, nuestra columna vertebral. Así nacimos como movimiento político. Un pueblo leal con su líder, un líder leal con los valores de los trabajadores y pobres de su Patria.
La lealtad es un valor que se fue perdiendo como tantos otros en la comunidad y mucho más en la política. Hoy podemos estar con uno, mañana pasarnos al bando contrario sin ponerse colorado.
La lealtad es un símbolo de unión fraterna entre los amigos. No hay amigos que, aún con opiniones diferentes, no hagan de la lealtad un culto del encuentro.
Los jóvenes, sobre todo en la época adolescente, con la frescura del compromiso en valores irrenunciables, son leales entre sí.
Jamás ponen en duda ser distintos, porque la traición marcaría para ellos transitar un camino más cercano al mundo adulto, que en su visión transformadora y revolucionaria de adolescente los ubicaría más cerca de lo que quieren cambiar, de lo que en realidad desean ser: distintos a los mayores .
La lealtad y la entrega han sido en mi vida militante la razón de ser, de abandonar la empresa de mi padre y transitar el camino del justicialismo y la política.
Cuando uno elige este camino, no piensa en ganar o perder, ya que sucederán ambas cosas en el tránsito hacia los objetivos. Si uno sueña, tiene proyectos, se cae y se levanta. Pero sigue caminando porque detenerse aun con mil piedras en el sendero sería claudicar, traicionarse así mismo. Lo que el militante quiere y desea es contribuir con sus propias manos a la construcción de un mundo mejor. Ser feliz en una comunidad que sea feliz.
Para ello el militante debe tener una actitud inspiradora, menos crítica y más agradecida, con paz interior que vencerá cualquier obstáculo.
Más amable, más solidario y generoso.
Todos deseamos equivocarnos poco en este camino difícil, donde toda la sociedad nos juzga con derecho y muchas veces sin demasiadas obligaciones comunitarias asumidas.
Todos aspiramos tener una conciencia visionaria para aportarle a nuestro pueblo lo mejor en el tiempo que nos toca.
Muchas veces cuando otros compañeros me preguntan cómo hacerlo ante tanta difamación, le sugiero retornar a ese espíritu puro, inocente y creador que teníamos cuando niños, amando a todos y perdonando incondicionalmente, con mucha gratitud y con una gran lealtad en los sueños y objetivos que nos llevaron a elegir este camino.
También uno debe cuidarse del ego, él está atado a lo material y al éxito, desprecia el perdón y busca venganza. Nos sermonea todos los días y nos insiste en que fracasamos cuando alguien nos supera o tiene más que nosotros.
Las personas que tienen un ego muy desarrollado todo lo analizan desde la importancia de “ganar”, “tener razón “ o “ser el primero”, y cuando uno trabaja con compromiso con la comunidad no siempre puede ganar, tener razón o salir primero.
Decía Goethe: “El conocimiento no es suficiente, debemos aplicarlo, la voluntad no es suficiente debemos emplearla”.
En este cambio de época debemos trabajar desde donde nos corresponda por un mundo en acción hacia la dignidad de las personas, no alcanza con el conocimiento y la voluntad.
Por eso no tengo de qué arrepentirme en mi paso como militante de un partido político. Sólo tengo agradecimiento.
Decía Carlitos Páez la semana pasada en nuestra ciudad: “Miro por el espejo retrovisor el pasado que voy dejando atrás, pero al mismo tiempo acelero para seguir avanzando por el camino de la vida”.
La política, como la interpreto, no es ganancia o pérdida, es vocación y dedicación. Así lo reflejan los hechos, las obras y acciones que realizamos junto a mi equipo en diez años extraordinarios de cambios en nuestra ciudad. Y debo confesarlo que, como decía nuestro eslogan: “Lo mejor está por venir”. Agua, cloacas y gas para todos, pavimento en los barrios, salud preventiva en cada escuela y en cada campito.
Claro que demoró tiempo, las cosas mágicamente no se logran. Todo nace de un sueño, se transforma en proyecto, luego se gestiona, se concreta y luego el pueblo lo disfruta.
Esa es nuestra lucha, dar testimonios diarios del aporte que con amor y lealtad hacemos por la comunidad en la que vivimos.
Los que nos sentimos guerreros de la vida y militantes populares no tomamos decisiones. Ni por lo material, ni por lo inmaterial. Ni por una candidatura, ni por quedar inmortalizado en la última calle de la ciudad que llevará su nombre.
Ya decidimos hace tiempo. Tenemos el bastón de mariscal en la mochila, como dijo el General, y eso es todo lo que elegimos.
Unos pocos, los elegidos, son testimoniales: Cámpora en el ‘73, Evita en su renuncia histórica, los compañeros desaparecidos... nosotros somos simples militantes entusiasmados por hacer por nuestra gente.
La lealtad a un modelo de país es sinónimo de la lealtad con el compromiso de trabajar incansablemente por el pueblo de Villa María.
Siempre, mientras sea militante de la vida, convocaré a la gente a ascender, a desarrollarse en logros.
A los pobres sintiendo que tienen oportunidades, a los trabajadores que su esfuerzo tiene valor; a los jóvenes que sean protagonistas de sus sueños más osados con paz y dignidad, a los empresarios que sus recursos generen más trabajo y al pueblo a tener esperanzas porque finalmente el árbol crecerá y dará frutos y nosotros sólo disfrutaremos con la gente de haber aportado algunas semillas en la comunidad de todos.
Atentamente.
Villa María (Cba.), 20 de abril de 2009.-

Eduardo L. Accastello
DNI 11395594

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