Muchos de los que perdimos las elecciones pasadas nos sentimos parte de una ¿nueva identidad? llamada kirchnerismo. Una forma de denominar un proyecto político emanado, dirigido y construido desde el poder ejecutivo, flambeado con cada política pública que expresa mejoras para el pueblo y que nos acerca al ideario histórico de justicia social, independencia económica y justicia social. El kirchnerismo tiene fortalezas y debilidades, algunas de las cuales podemos recuperar y repensar. Principalmente cuenta parcialmente con dos atributos fundantes de un movimiento político de masas: Un relato colectivo, un ideario construido en las grandes luchas del pueblo y en las experiencias históricas: Los fundadores de la patria; el federalismo; el anarquismo; el yrigoyenismo; el peronismo; la generación del 70 y las luchas sociales de los 90. Todo eso está presente simbólicamente; son elementos suficientes y necesarios para volver sobre los pasos en la construcción de una nueva mayoría nacional que sostenga el Proyecto de País en construcción y que hoy peligra. Eso es más que el "Nosotros hacemos" de la campaña. Cuenta el kirchnerismo, además, con un fuerte liderazgo. Néstor y Cristina son un par que expresan, en medio de profundas y necesarias contradicciones, un conjunto desarticulado que está en estado de asamblea ante el momento determinante que vive la sociedad. Los cabildos abiertos y las asambleas militantes debaten agendas de temas que están en la "Mesa del diálogo" y el "Consejo Económico y Social", pero también otros puntos como una gobernabilidad con distribución; la defensa popular, nacional y latinoamericana; inclusión social con recuperación de derechos; soberanía alimentaria; organización militante y de cuadros para profundizar las reformas; rol del movimiento obrero y de las organizaciones sociales; la cuestión del PJ (¿hubo verdaderamente o no hubo traición?); la censura privada de los medios masivos de comunicación; etc.
Todo pareciera indicar que el momento excelente de constituir un nosotros necesita, para amalgamar, la canalización de toda la expectativa militante, para unir los colectivos dispersos con su centro, su cabeza, su conducción. La derrota electoral cambió la etapa. Quedó cristalizada la relación de fuerzas. El gobierno avanzó más que el estado de conciencia y organización del pueblo. El neoliberalismo fue derrotado tácticamente pero no estratégicamente, aunque algunos dirán que el voto no fue ideológico, es verdad. Pero no tenemos todavía el ejército de predicadores del proyecto nacional y popular, las estructuras militantes que combatan diariamente (y con eficacia) con la propaganda oligárquica emitida por la cadena nacional privada. Mientras la derecha aprete, habrá condiciones para foguear una militancia en proceso de politización, avanzando todavía de las luchas sociales a la lucha política por el poder. Ahí hay una clave.
El empoderamiento del colectivo en construcción y todavía inexistente pero plagado de buenas posibilidades, no sólo es condición necesaria para completar el desarrollo de la orgánica kirchnerista militante, de verdad y sin medias tintas. Es necesario fundamentalmente para que avance el proceso. La apuesta oficial a la conquista permanente de actores de gobernabilidad, diluyó el acceso de militantes comprometidos con la patria a esferas de decisión en el Estado. No es posible construir un nuevo Estado desde el chantaje de los "técnicos" que no hacen política, por lo que no esconden su descompromiso con el proceso político en marcha.
Por otro lado, no es una verdadera contradicción PJ o transversalidad. Lo progre no es condición de compromiso transformador, ni PJ es sinónimo de burocracia. Hay de todo como en botica y en ambos lados hay militancia que puede constituir el nosotros. Y hay actores de la oligarquía en ambos lados, ¡miremos a Cobos, del Moral, Urquía, Romero, Reuteman, y otros que supimos concebir!
La oligarquía apreta. Algunas de sus proclamas son ultimátums al modelo. Nuestra Presidenta se defiende bien, todavía. Pero esto recién empieza. Quedan dos años y medio y la tarea principal no es defender la gobernabilidad por la gobernabilidad misma, sino bancar este gobierno para que llegue al 2011 profundizando la distribución de las riquezas y las reformas estructurales por el bien de la Patria y nuestro pueblo. El nosotros es un nosotros inclusivo de los pobres, de los trabajadores, de los militantes, de nuevos actores en el Estado y de una profundización del relato. Es un nosotros que no sólo debe contener una propuesta económica sino de sociedad. Hay condiciones para construir una Unidad Nacional Antioligárquica, uniendo al dúo líder con su pueblo, intentando reunir al 90% de los argentinos y sus organizaciones populares detrás de la bandera de la Patria , desplazando paulatinamente a los oportunistas. No sería una receta correcta conceder a la derecha porque la derecha exige, aunque estemos en una mala relación de fuerzas. El nosotros representa poder propio. Es la última trinchera o una posición desde la cual avanzar. De aquí en más se patentiza que gobernabilidad requiere inclusión social y política, como fue al principio del proceso kirchnerista. La oligarquía apreta y nos quiere afuera: A Néstor, a Cristina, a las organizaciones sociales, al movimiento obrero, al pueblo en general.
*Gastón Harispe. Sec. Gral. del Movimiento Octubres. Sec. Adj. de la Central de Movimientos Populares
jueves, 23 de julio de 2009
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