martes, 16 de diciembre de 2008

Carta Abierta al peronismo, por Claudio Díaz


Morón, Buenos Aires-Agencia Paco Urondo
Sólo falta la rúbrica fantasmal de Menem, porque su espíritu rastrero está indudablemente mimetizado entre las palabras que intentan ser un bálsamo purificador y en verdad son una nube tóxica que quiere narcotizar al peronismo como en la década que marcó el fin de siglo.

Es que el espantajo ya no está para salir a escena y conviene tenerlo arrumbado en el desván de los malos recuerdos.

Sólo por eso no aparece corporizado.

Porque los que le ayudaron a manejar los hilos de la gran función titiritesca de la traición y el oprobio, están ahí.

Manchadísimos pero inmaculados; jubilados aunque activos; desvergonzados pese a que no les pinta ni una pizca de rubor; prescribiendo recetas después de haber enfermado a esta paciente llamada Argentina.

La solicitada aparecida en Clarín el miércoles 10 de diciembre, firmada por varios protagonistas de la tragicomedia política que padecimos bajo el nombre de menemismo, es una prueba más de que el peronismo original sigue siendo insoportable para esa casta dirigencial que hace ya varios años decidió servirse del movimiento para satisfacer nada más que sus apetitos materiales.

Guay del que quiera acercar su mano a la mesa para servirle a todos, porque esta especie carnívora está dispuesta a cortársela a quien sea. La única verdad es la realidad, dicen, entre otros, Eduardo Duhalde y su esposa Chiche; Ramón Puerta; Miguel Angel Toma; Luis Barrionuevo; Julio César Aráoz y una curiosa lista de empresarios y cuadros del liberalismo que uno viene a enterarse que son peronistas, como Francisco de Narváez y Javier González Fraga.

Otra vez, como una constante de las últimas décadas, Perón es reivindicado sólo para la utilización de alguna frase suya, porque a la hora de poner en marcha la melodía nacional, esta clase de politiqueros interpreta la letra de otros autores.

Vaya si lo sabrá el pueblo peronista… Quienes pretenden pasar como sus conductores se ufanan de haber encontrado su razón de ser en La Comunidad Organizada o en el Modelo Argentino para el Proyecto Nacional.

Todo muy lindo, sí. Pero de la boca para afuera: cuando llega el turno de gobernar, los señores ya se recibieron de secretarias que se sientan en la falda de las fundaciones del gran capital para copiar lo que les dictan.

La única verdad es la realidad –insisten en decir los menemistas de ayer reconvertidos en los duhaldistas de hoy- porque sugieren que el gobierno del último lustro sería químicamente impuro, incompatible con la naturaleza del verdadero peronismo e incluso terriblemente perjudicial para la Argentina, mucho más aún que la Alianza para el Progreso que subió al poder en 1999 montada en la ola de la clase media y escapó apenas dos años después en helicóptero.

Convengamos que el llamado kirchnerismo tiene muchas cosas cuestionables y que varios de sus gestos y guiños dejan más de una duda respecto del ADN movimientista y nacional que se reclama desde gran parte de la militancia.

¿Pero tienen autoridad moral (o mejor: autoridad doctrinaria) los Duhalde y su séquito para tomarle el pulso peronista al matrimonio que gobierna desde 2003?

¿Desde qué virginidad política vienen ahora a calzarse un cinturón de castidad ideológica, justamente ellos, que impúdicamente revolearon los principios más sagrados cuando llevaron al PJ a tener relaciones carnales como miembro de la Internacional Liberal?

¿Firmaron solicitada alguna, emitieron acaso un documento crítico en los 10 años de antiperonismo practicado desde la Casa Rosada y otros satélites del menemismo?

Hay que tener mucha desvergüenza para vestirse hoy con el uniforme de fiscales del movimiento nacional.

Hay que tener mucha desvergüenza, hipocresía y cinismo.

Porque lo que en verdad salta a la vista en este nuevo espacio neo-peronista (como el que alguna vez intentó Vandor: el de hacer peronismo sin Perón), es el objetivo de volver a ubicar a nuestro país en la góndola de los territorios sumisos que no pueden participar en el tablero del ajedrez mundialista si no es como peones que ponen sus materias primas para el banquete de los reyes y las reinas.

Concretamente: han salido a mostrar la hilacha… O sea: la costura del viejo traje que le quieren poner a la Argentina desde Martínez de Hoz en adelante.

Dicen en la solicitada… Estamos en el medio de una transición entre lo viejo, que no termina de extinguirse, y lo nuevo, que no logra consolidarse.

Lo viejo, nos inculcaron todo este tiempo los sacerdotes de la religión liberal, es ese Estado que se niega a desaparecer e impide la libre y sana competencia del Mercado, tan sensato e integrador de pueblos como es.

Lo viejo es esa concepción nacional de planificar y controlar, que también le impide a las buenas corporaciones transnacionales alcanzar su efectividad con la generosa mano que llega para desarrollar el planeta entero.

En cambio (seguimos copiando de la solicitada)… lo nuevo es un escenario internacional signado por el ascenso del mundo emergente, encabezado por China, India, Brasil y Rusia.

Brillante juego de espejos el que nos proponen.

En el que refractan un rayo de luz engañoso que lo que en realidad busca es oscurecer la verdad.

Porque lo que caracteriza a esas potencias es, precisamente, el grado de autonomía capitalista que han logrado a partir de la construcción de un Estado fuerte que no se agacha en aras de satisfacer al bloque mundialista que pretende regir el destino de la humanidad y poseer al hombre en toda su dimensión.

Bregar por un Estado vivo y no bobo es lo que ha intentado hacer (mal, bien o regular) el gobierno argentino en los últimos cinco años.

Sin embargo, las patas de la mentira quedan en offside, solitas, cuando los jugadores de Duhalde, de tan acelerados que están en sus movimientos, se muestran tal como son y salen a promocionar el módico paisito agrario-liberal, el preferido del Mercado, para el que vienen trabajando desde la época de Menem.

Dice la solicitada publicada en Clarín… Se presenta un extraordinario incremento de la demanda global de alimentos, lo que constituye una oportunidad histórica hasta ahora desperdiciada.

Vamos a ver de qué se trata.

UN PAIS IMPORTADO

Si el peronismo es sinónimo de industria y mercado interno, si el peronismo es razón de ser a partir de un movimiento obrero fuerte y activo, el “neo-peronismo” de esta clase dirigencial pejotista es, como mucho, desarrollista hacia afuera.

Como nuestro liberalismo, también está convencido de que la Argentina no da más que para satisfacer las necesidades de un tercio de su población, con ellos, lógicamente, en lo más alto de la pirámide.

En el fondo sueñan con un país importado.

De sólo imaginarlo a uno le da pánico.

Pero es la ambición que los mueve. Aunque se hagan los criollos, les gusta lo de afuera…

En la solicitada que publican se observa claramente la mano de quien fuera el exégeta del llamado Rey de Anillaco.

Nos estamos refiriendo a Jorge Castro, un cuadro del trostkismo surgido en los años sesenta que viró bruscamente hacia el liberalismo y terminó abrevando en el pensamiento internacionalista de inspiración rockefelleriana, a tal punto que se convirtió en un referente de la Comisión Trilateral creada por el banquero y su mano derecha, Henry Kissinger.

Desde mediados de los ’90, Castro trabaja como propagandista del Gobierno Mundial de esas corporaciones que tiene asignado para la Argentina un papel menor, un bolo se diría, en el gran teatro planetario: su especialización como proveedor de alimentos.

Castro expuso su tesis en el libro La Tercera Revolución, editado en 1998.

Incluso, hacia 2004 la expuso de manera brutal en un artículo que publicó Clarín el 16 de febrero de ese año: Un país emergente no elige hoy el tipo de industria que puede desarrollar. En la fase actual de la globalización, las características de la industria en un país emergente como la Argentina las establece el mercado mundial.

En ese entonces, Castro iba más allá de la enunciación referida a la sumisión de acatar lo que el Dios Mercado dicta.

Y establecía que el camino del desarrollo argentino debe pasar por aceptar convertirse en un eslabón de la llamada cadena agroalimentaria, es decir: una vuelta al pasado, al siglo XIX, al pre-peronismo, como lo soñaron los fundadores del modelo liberal hacia 1880.

No obstante ello, ahora nos darían un plus: a la Argentina esta vez se le permitiría desarrollar cierta industria vinculada al campo.

Algún tipo de maquinaria, pero no más que eso. Del resto hay que olvidarse.

Y sacarse de la cabeza esa idea peregrina que tuvo Perón para que fabricáramos nuestros propios ferrocarriles, aviones, automóviles.

El Mercado, ya lo explicó Castro, tiene el mazo en la carta y decide a quién le da el ancho y los siete bravos.

Nosotros, en el reparto, jugaríamos (como ya nos pasó), con algún Cavallo y una De la Sota. No nos sirve ni para mentir en el envido…

El armado político de este esquema colonial quedó expuesto claramente entre marzo y julio de este año, cuando el espacio duhaldista jugó con decisión a favor de las patronales agrofinancieras.

Ahora mismo lo sigue haciendo el ex presidente.

Desde su Movimiento Productivo Argentino acaba de arengar a la tropa campechana al exigirle que no abandonen la pelea, para seguir la lucha en el Congreso porque las trincheras tienen que ser las bancas, en un cordial convite a que se postulen como candidatos a legisladores para las elecciones de 2009.

Los patrones de la soja al poder, podría ser el lema.

La estrategia del grupo se cerró con la incorporación de los cuadros intelectuales que acompañaron a Menem hasta el final de su hundimiento.

Hablamos del propio Castro y de la elite de ideólogos del llamado grupo Segundo Centenario: Pascual Albanese y Jorge Raventos.

Con ellos también participan el vicecanciller de Guido Di Tella, Andrés Cisneros; y el ex embajador Archibaldo Lanús, entre otros.

Un país importado; un granero del mundo remozado…

He allí la última utopía de esta gente que no se priva de usar con impudicia y oportunismo a Perón para darle sustento doctrinario al país-granja que auspician.

En una de sus publicaciones reproducen estos conceptos del General: La técnica moderna presiente la futura escasez de materias primas perecederas y orienta su mirada hacia las producciones de cultivo. En las pampas inagotables de nuestra pampa se encuentra escondida la verdadera riqueza del porvenir.

Y luego: Solamente las grandes zonas de reserva del mundo tienen todavía en sus manos las posibilidades de sacarle a la tierra la alimentación necesaria para este mundo superpoblado y la materia prima para este mundo superindustrializado. Nosotros constituimos una de esas grandes reservas. Ellos son los ricos del pasado. Si sabemos proceder, nosotros seremos los ricos del futuro.

Claro que son verdaderas estas afirmaciones de Perón.

Pero jamás dijo que el Estado (es decir: la nación) debe someterse a los dictados del Mercado.

Y tampoco propugnó modelo alguno donde los nacionales y revolucionarios fueran los grandes productores de soja…

Que ni siquiera son auténticos, porque hoy están metidos en ese negocio como lo estuvieron antes, durante la Patria Financiera, en los bancos y las mesas de dinero.

Un país importado, entonces.

Una cuestión de extracción y no de creación.

Sencilla ecuación: sacamos todo lo que tenemos adentro para dejarlo en manos de los afuera.

Eso supone recibir muchos millones de dólares provenientes de los commodities.

Entonces no necesitamos pensar, inventar, fabricar…

De yapa podríamos alimentar al mundo entero, porque son muy humanistas estos nuevos progresistas del liberalismo.

Estamos en condiciones de darle de comer a 300-400 millones de hermanos de todo el mundo, nos dicen Castro, Duhalde, Chiche y Narváez…

Ahora, que en la Argentina queden un montón de compatriotas sin posibilidad de tomar un plato de sopa, porque exportamos todo, no importa… ¡Qué le vamos a hacer, son las reglas del juego (perdón, del Mercado)!

La vida es más fácil así; lo compramos todo hecho.

Y como ya no hay necesidad de hacer nada, porque lo traemos de afuera, podemos cerrar las fábricas (que encima contaminan y dan feo aspecto en las ciudades) y sembrar soja…

¿Saben qué paisaje hermoso, todo verde y prolijito?

Sería un mundo fantástico: sobraría gente porque ya no tendría que ir a trabajar… No habría mucho tránsito en las calles: ¡para qué querríamos trenes, colectivos, subtes y taxis…!

Y los pibes y jóvenes casi ni tendrían que estudiar: con unos pocos que aprendan a tirar semillas y regar los campos sería suficiente.

Un mundo feliz…

¿QUEREMOS SER PERONISTAS?

El peronismo no puede ser vehículo de cualquier política.

Esto de que el movimiento es un colectivo al que se sube cualquier conductor sin importar a dónde quiere llevarnos, hay que empezar a discutirlo en serio y de una buena vez.

Haber postergado el debate, fomentar ese descompromiso de lo dejamos para más adelante (porque la maldita partidocracia de roscas y campañas se traga la mística militante), permitió que nefastos personajes de la política o de lo que se llame hayan desembarcado en nuestro puerto con la vista gorda de los encargados de la aduana.

Así nos metieron cualquier tipo de mercadería trucha, de contrabando.

A la par de esos mercachifles que todavía quieren vendernos el buzón del fin de las ideologías y de la desaparición del Muro de Berlín (como si en la Argentina la contradicción hubiese sido capitalismo-comunismo), también aparecen algunos figurones que apoyados desde una concepción culturosa y cholula (una suerte de jet-set progresista) intentan hacer pie en el movimiento con el propósito de convertirse en vanguardia ideológica, pretendiendo pasar por sobre los trabajadores y el movimiento obrero organizado.

Hay que decir, una vez más, que debemos ser originales y entender que el peronismo no puede prestarse como maniquí de modelos antinacionales, llámense liberales o progresistas.

Estamos, entonces, frente a un tironeo a derecha e izquierda para convertirlo en lo que no es.

De modo que el peronismo debe sentarse a definir qué quiere ser… O mejor dicho: SI QUIERE SER…

Hay que discutir si deseamos realmente transitar un camino que nos lleve, definitivamente, hacia un capitalismo nacional, autonómo y soberano, con inclusión y justicia social, UN MODELO NUESTRO, como el que propuso Perón, que establezca claramente cómo nos desarrollamos y a quienes se les pide el mayor esfuerzo para SER, ESTAR Y TENER un destino en el universo.

Todo lo demás será dejarnos chantajear con las ventajas comparativas del globo de la globalización, el nuevo fetiche que no es más que un sucesor del plan imperial salvaje y rapaz, colonialista y desnacionalizador, antipopular y antisocial.

Cabe preguntarse, ¿qué teoría política, o filosófica, va a presidir el ingreso de la Argentina a su bicentenario?

Hay que promover un gran debate para que, de una buena vez, todos nos saquemos la careta y digamos de qué lado queremos estar…

No podemos dudar de la más firme convicción que tenemos: de este país sometido a un rígido y asfixiante control del pensamiento se sale con más peronismo.

Ya no hay más chances de gobernar lo menos peronísticamente posible disimulando nuestra matriz nacional, ese factor clave de identidad que debe aglutinar a todos los que deseamos escapar del chantaje ideológico que fluye de la democracia colonial.

Si realmente sentimos el compromiso de ir en busca de la distribución y el reparto real de la riqueza, debemos estar convencidos de que la única vía por la que se llega a ese estado de justicia y plenitud es por la del peronismo.

No sólo desde el punto de vista doctrinario sino además como fuerza de ordenamiento social.

Peronizar de una vez por todas las decisiones que se tomen desde la Nación, desde las provincias, desde los municipios, desde cada sindicato, desde cada unidad básica…
Esa debería ser la cuestión. O la única solicitada que firme el peronismo…

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